El camino de Jesús en su entrada triunfal, desde Betfagé hasta la Ciudad Antigua
Diez días después de llegar a Israel, estaba cantando “Hosanna” junto a miles de cristianos en la antigua aldea de Betfagé, donde se encuentra una iglesia que conmemora el lugar donde Jesús encontró el borrico en el que hizo su entrada triunfal en Jerusalén. Incluso hay una piedra que, según la tradición, Jesús usó para montarse en el burro. Es en este lugar donde cristianos de todo el mundo se encuentran para dar comienzo a la procesión del Domingo de Ramos desde el Monte de los Olivos hasta Jerusalén.
Mateo 21, 1-3: Al acercarse a Jerusalén y llegar a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea que tenéis enfrente y encontraréis enseguida un asna atada, con un borrico al lado; desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, le responderéis que el Señor los necesita y que enseguida los devolverá”.
Recién llegada a Jerusalén, no estaba segura de qué esperar y nerviosa de vivir por mi cuenta en un país extranjero, pero hay algo que une con fuerza a un grupo de personas que se reúnen para celebrar la fe común. Los cristianos son apenas alrededor del 1-2% de la población en Israel, por eso cuando nos juntamos se siente de verdad como una reunión familiar.
Mientras agitábamos nuestras ramas de olivo y hojas de palmera bajando el Monte de los Olivos, no podía dejar de mirar a la gente a mi alrededor. Jerusalén te hace sentir que trasciende el tiempo. Caminando a través de la Ciudad Antigua o mirando los olivos de Getsemaní, te golpea una y otra vez el mismo pensamiento: aquí ocurrió. Y mientras cantábamos el Domingo de Ramos, no pude evitar pensar en la alegría que los seguidores de Jesús debieron sentir al entrar en Jerusalén hace dos milenios. Y también en la emoción del rey David cuando entró tras conquistar la Ciudad, un milenio antes del tiempo de Jesús, y bailó delante del Arca de la Alianza.
Sin embargo, a diferencia de los seguidores del rey David y de Jesús, todos conocíamos lo que estaba por venir. Sabíamos que, a pesar del júbilo del rey, su amada Ciudad y el Templo serían destruidos. A pesar de su entrada triunfal, Jesús sería traicionado y sufriría hasta la muerte. El paso de la procesión por el Huerto de Getsemaní era un claro recordatorio de aquella realidad de nuestra fe. Aunque estamos alegres por la entrada de Jesús en Jerusalén y en nuestros corazones, somos conscientes de que no es sin sufrimiento. De hecho, su sufrimiento consiguió nuestra Redención y la alegría de la Pascua.
Meghan Reilly