No lejos de Jerusalén, la abadía benedictina de Abu Ghosh esconde un oasis de paz lleno de plantas que rodean un estanque. En una placa conmemorativa se lee que el lugar está dedicado a “el hombre que, desde su posición excepcional, ha hecho mucho por las relaciones entre católicos y judíos”. Este hombre era Aaron Jean-Marie Lustiger.
En la misma placa hay más información sobre él: “Nacido en 1926, bautizado en 1940, ordenado sacerdote en 1954, arzobispo en 1979, cardenal en 1983, murió en 2007”. Pero, ¿qué hace este memorial a un cardenal francés en Abu Ghosh, Israel? Buscando su nombre en Google, encontrarás una película sobre él titulada “El cardenal judío”.
Descubrí el jardín en memoria de Lustiger gracias a una conferencia online de Yisca Harani, organizada por la Ben Gurion University of the Negev, con la colaboración de dos de sus centros de investigación: el Centro para el Estudio de la Conversión y los Encuentros Inter-Religiosos, y el Centro Rabb de Estudios del Holocausto. Harani presentó las historias de tres judíos conversos al catolicismo que también habían sido supervivientes del Holocausto. Uno de ellos era Lustiger.
Nació en París de padres judíos de origen polaco y creció en un ambiente más bien secular. Lo llamaron Aaron. Cuando la Alemania Nazi ocupa Francia en 1940, la familia huye a Orleans. Ese mismo año, el joven Lustiger fue bautizado por el obispo de Orleans con el nombre de Aaron Jean-Marie. Años después escribía sobre aquel evento: “Sentí que iba a encontrar sentido a lo que había recibido por nacimiento”.
Sin embargo, a sus padres no les agradó su decisión. Él describió el momento en el que les contó sus planes de hacerse cristiano como “una escena extremadamente dolorosa, absolutamente insoportable (…) Su sufrimiento me desgarró”. Tenía apenas catorce años. Su madre fue asesinada en Auschwitz en 1943, mientras que su padre sobrevivió.
Tras la guerra, Lustiger se licenció en la Sorbona con un grado en Literatura y después se hizo sacerdote. Fue obispo de Orleans, arzobispo de París y fue nombrado cardenal por el papa Juan Pablo II en 1983.
Aunque muchos no lo entendieron, él siempre se consideró judío, y decía que el cristianismo le había hecho “plenamente judío”. Es más, dejó escrito en su testamento que en su funeral se leyera el salmo 113 en hebreo y en francés. Su sobrino cumplió su deseo en la ceremonia, que tuvo lugar en Notre Dame, y también puso tierra del Monte de los Olivos sobre su tumba. Después, su primo rezó el Kaddish, la oración fúnebre tradicional de los judíos.
Lustiger también dejó escrito su propio epitafio, que se puede leer en la cripta de la catedral de Notre Dame, donde está enterrado:
Nací judío.
Recibí el nombre
De mi abuelo paterno, Aaron.
Habiéndome hecho cristiano
Por la fe y el bautismo,
He permanecido judío
Como hicieron los Apóstoles.
Mis santos patronos son
Aaron el Sumo Sacerdote,
San Juan el Apóstol,
Santa María Llena de Gracia.
Este mismo texto se lee en la placa conmemorativa del jardín en su memoria de la abadía benedictina de Abu Ghosh. Lustiger había visitado el lugar en el pasado y allí se sentía como en casa.