No es de extrañar que, durante el Adviento, que son 4 semanas previas a la Navidad, la Iglesia se apoye en él para preparar el inminente nacimiento de Jesús. Las primeras tres semanas de Adviento leeremos el libro de Isaías en 18 días, de los 21 que son en total, durante este tiempo. En esas lecturas, el profeta nos da algunas pinceladas del Mesías: “brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor” (Is 11:1-2). Y con él, la liturgia nos interpela diciendo “Venid, subamos al monte del Señor” (Is 2:3), donde nos preparará “un festín de manjares suculentos” (Is 26:6). Son imágenes de lo que Dios está preparando, que culminan anunciando milagros de la misericordia del corazón de Dios: “aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos” (Is 29:18). Isaías acompaña las descripciones de un tiempo mesiánico con la promesa de la venida del mismo Dios: “tus ojos verán a tu Maestro” (Is 30:20), e incluso: “«¡He aquí vuestro Dios! (…) Viene en persona y os salvará». Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo y cantará la lengua del mudo” (Is 35:4-6).
En la cuarta semana, Isaías se acerca más al misterio que está por cumplirse: “la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel” (Is 7:14). La concepción virginal es un signo para reconocer el anuncio: el nacimiento de un niño que es Dios-con-nosotros. Conmemoramos lo más importante que ha sucedido desde el Big Bang ¿Puede haber algo mejor? El Creador viene hoy a visitarnos, quiere estar con nosotros de nuevo: vamos a prepararnos para recibirlo con el amor de su Madre y de San José
Padre Joaquín Paniello