Conocer Tierra Santa en tiempos difíciles

Oct 18, 2024

Había oído que el viaje a Tierra Santa te cambia la vida, y realmente es una experiencia interior y exterior que no deja indiferente. Este verano he participado en una peregrinación que alguno calificó como “para valientes” por el período de inestabilidad que atraviesa el país. Mejor sería decir “para afortunados y felices”; todo lo vivido compensa sobradamente la incertidumbre de las circunstancias que nos rodeaban.

Cada día estuvo repleto de sorpresas: la primera salida al monte Tabor nos hizo muy entendible el “hagamos tres tiendas” de san Pedro en su conmoción. Parar a comer en el Monte del Precipicio, desde el que quisieron despeñar a Jesús, resultó una experiencia impactante. Y en Nazaret, en donde la tradición sitúa la casa de la Sagrada Familia, recordamos y rezamos por nuestras familias.

Basílica de la Anunciación Nazaret

Basílica de la Anunciación Nazaret

Otra experiencia impresionante fue seguir el recorrido de la Pasión desde la entrada de Jesús en Jerusalén, que recordamos el domingo de Ramos, hasta el lugar de su sepultura y Resurrección. Antes, en la iglesia de Santa Ana con magnífica acústica, cantamos la Salve a la Virgen. También sentimos emoción en el Huerto de los Olivos sobre la roca en la que nuestro Señor sudó sangre.

Al caminar hasta la iglesia de San Pedro in Gallicantu, sobre lo que sería la casa de Caifás a la que condujeron a Jesús, se recuerdan las tres negaciones de Pedro. Y al visitar la cisterna que probablemente sirvió de prisión al Señor y ver unos mosaicos que reproducen el modo en que lo descendieron esa noche, la emoción hace que se haga un significativo silencio.

Apoyar la mano, como Tomás, y rezar un momento en la roca donde estuvo hincada la Cruz, conmueve enormemente nuestra fe. Sobre la losa del Santo Sepulcro el sacerdote bendijo nuestros crucifijos, los mismos que ahora tenemos en nuestras mesas de trabajo. Cerca de Betfagé pudimos besar una piedra en la cual, según la tradición, el Señor apoyó por última vez su pie en la tierra; y eso nos fue preparando para visitar la iglesia del Dominus Flevit, lugar donde se recuerda el llanto de Jesús al ver Jerusalén.

Mar de Galilea

Mar de Galilea

En cada lugar, leer el evangelio correspondiente a lo que sucedió ahí, ayuda a revivir cada escena: por ejemplo, la multiplicación de los panes y los peces. Allí, en un sitio preparado con un altar y sentados en troncos que miran al mar de Galilea, pudimos meditar al aire libre y oír misa. Al dar una vuelta por el mar de Tiberíades, tras leer el pasaje de la pesca milagrosa, pedimos al Señor vocaciones para la Iglesia.

Al efecto que produce la ubicación, se unieron en cada momento nuestras propias experiencias interiores: rezar el Salmo 2 ante la tumba del rey David; cantar un villancico que habla de los pastores, en lo que se considera la gruta donde sesteaban sus rebaños; besar la estrella que señala el lugar del nacimiento de Cristo en Belén y adorar al Niño.

También conocer el desierto con su calor asfixiante, permite comprender mejor las tentaciones y la preparación de la predicación del Señor; lo mismo recuerda el llegar al punto más bajo de la tierra y renovar las promesas del bautismo en el Jordán. Después de flotar en el Mar Muerto y sufrir algún bajón de tensión, la vida puede seguir con el mismo entusiasmo, aunque se nos estén acabando los días de peregrinación.

En el santuario de Stella Maris, en el Monte Carmelo, tuvimos la ceremonia de imposición del escapulario. Un mirador desde el que se domina toda la bahía y el puerto de Haifa con una panorámica magnífica, antecede la visita a Cesárea Marítima con las ruinas del palacio de Herodes el Grande; un conjunto de gran belleza.

Saxum Visitor Center

Saxum Visitor Center

Para concluir, en una experiencia que sólo pueden disfrutar los grupos pequeños, celebramos la misa dentro del edículo del Santo Sepulcro; al salir no cabe más emoción y antes de dejar el país nos comprometemos a rezar más por la paz. Nos vamos con el propósito de impulsar el conocimiento de esta tierra que conserva y hace revivir la presencia de Jesús.

Por Aurora García

 

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