Al final de la Edad Media, las iluminaciones de los libros de horas representan la escena de la Visitación siguiendo unos modelos muy convencionales. La Virgen María va revestida de un manto celeste; su prima Isabel de un manto o de una túnica púrpura, con un velo blanco. El encuentro tiene lugar en frente de una casa. En algunas iluminaciones aparece Zacarías asomándose por el marco de la puerta y presenciando la escena, de igual modo que Sara se asomó por el umbral de la tienda mientras Abraham recibía a los tres ángeles. En general, María e Isabel se saludan abrazándose. Isabel descansa su mano sobre el vientre de María para sentir los primeros movimientos del Niño Jesús. En el trasfondo aparece un pueblo estilizado y siempre, unas montañas.
Al pintar tantos detalles, los artistas pretendían compensar la escasa información que nos brinda el evangelio de San Lucas sobre del lugar exacto del encuentro entre María e Isabel y del Nacimiento de San Juan Bautista. Dice san Lucas (1,39-40):
Exsurgens autem Maria in diebus illis, abiit in montana cum festinatione, in civitatem Juda: et intravit in domum Zachariæ, et salutavit Elisabeth.
“Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.”
La Vulgata, de la que se inspiraban estos artistas, nos indica que la casa de Zacarías (e Isabel) se encontraba en una “ciudad” de las montañas de Judá.
De hecho, los peregrinos, durante siglos, solían recorrer un camino de peregrinación que, empezando en Belén, pasaba por el lugar donde Felipe bautizó al eunuco etíope, la “Casa de Zacarías” y el monasterio de la Santa Cruz.
Gracias a las indicaciones de distancias que los peregrinos recogen en sus diarios podemos ubicar exactamente la “Casa de Zacarías” que ellos visitaban. La mayoría de los relatos apuntan a unas cuatro millas de Jerusalén. Estos datos corroboran una tradición que desde la época de las cruzadas sitúa el lugar del nacimiento del Bautista en el pueblo de Ein Karem. Pero, hay que esperar hasta los finales del siglo XV para que el nombre de Ein Karem aparezca en las fuentes.
El primero en mencionar el nombre de Ein Karem se llama Francesco Suriano. Fue Guardián del convento franciscano del Monte Sión – título equivalente al actual Custodio de Tierra Santa. En su Tratado de Tierra Santa da la lista de las indulgencias que los peregrinos pueden lucrar en los santuarios dedicados al Bautista: la iglesia donde nació san Juan Bautista, la casa de Zacarías donde la Virgen visitó a santa Isabel y rezó el Magnificat, el lugar donde Zacarías pronunció el Benedictus, la fuente de la Virgen, y el “desierto” donde se retiró el Bautista. Tenemos aquí la prueba que los peregrinos medievales visitaban los mismos santos lugares que hoy en día.
Pero más importante que esto, nos da Suriano el nombre de esta peregrinación “las Montañas de Judá, llamadas en árabe Ayn el-Chermen (sic)”. Así, los que los peregrinos antiguos llamaban Montana Iudae era, sin duda alguna, este pequeño poblado de las afueras de Jerusalén que los árabes llaman “Ayn el-Karem”, es decir, la “Fuente de la Viña”.
Entre las dos iglesias – la del pueblo que conmemora el nacimiento del Precursor y la de la colina que recuerda el encuentro entre María y su prima Isabel – se encuentra una fuente, la única del pueblo. Tantos los cristianos como los musulmanes la llaman en árabe “la fuente de la Virgen”. Según una tradición apócrifa, en esta fuente, María solía lavar los pañales del niño Juan.
Por Henri Gourinard