Subiendo varios tramos de escaleras a través de impresionantes jardines, te topas con la fachada de un edificio del siglo XIX coronado con cúpulas bulbosas doradas, un elemento típico de la arquitectura rusa. Es la iglesia de Santa María Magdalena, uno de los puntos de referencia más reconocibles del Monte de los Olivos y, sin embargo, uno de los lugares más desconocidos de Jerusalén.
Debido a que los horarios de visita son bastante restringidos y a que está rodeada de lugares santos como Getsemaní y la Tumba de María, muy poca gente visita esta joya escondida de Jerusalén. El interior de la iglesia no impresiona tanto como la fachada, pero vale la pena pararse a admirar la belleza de los múltiples iconos, pinturas y lámparas que llenan las capillas.
La parte superior de las cuatro paredes principales está decorada con escenas de la vida de María Magdalena: siendo curada por Jesús, a los pies de la Cruz y la aparición de Jesús resucitado. La más grande, presidiendo la pared frontal, presenta un escenario peculiar: María Magdalena en presencia del emperador romano Tiberio, testimoniando la Resurrección de Jesús.
A pesar de ser uno de los puntos de referencia de Jerusalén, es también uno de los lugares más desconocidos
La iglesia se terminó en 1888, encargada por el zar Alejandro III y sus hermanos en honor de su difunta madre, la zarina María Alexandrovna de Rusia. También contiene los restos mortales de dos santas mártires de la Iglesia Ortodoxa Rusa: la Princesa Isabel de Hesse y la monja Bárbara, que fueron asesinadas al mismo tiempo por los bolcheviques durante la Revolución Rusa.
Isabel no es la única princesa enterrada en esta iglesia, pues su sobrina, la Princesa Alicia de Battenberg, pidió que sus restos descansaran aquí, cerca de los de su querida y admirada tía. Alicia, monja ortodoxa tras enviudar, fue la madre del Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo y difunto esposo de Isabel II, actual Reina de Inglaterra.