San Jerónimo vivió muchos años en Belén, donde tradujo la Biblia al latín. Para él esta tierra era como un “quinto Evangelio”, porque si cada uno de los cuatro Evangelios nos aporta algo más sobre Jesús, conocer la geografía donde se desarrolla hace que los escritos adquieran vida. La lejanía de Galilea del centro religioso del templo, los 40 metros de profundidad del pozo de Sicar, los 1.100 metros de desnivel que hay que superar para subir desde Jericó hasta la altura de Jerusalén, las lluvias torrenciales del invierno en las montañas de Judea, el calor agobiante del verano junto al lago de Genesaret, a 200 mts. por debajo del nivel del mar, el cansancio de subir al monte Tabor, las murallas que rodean la ciudad vieja de Jerusalén, la vista desde Getsemaní del muro oriental que sostiene la explanada donde estuvo el templo, y un largo etcétera de brochazos que definen el paisaje y el clima de esta tierra hacen que el Evangelio se lea de otro modo después de pisarla.
Y no sólo el Evangelio, toda la Biblia, comenzando por las profecías del Antiguo Testamento que anunciaban al Mesías y cómo se cumplieron en la vida de Jesús. ¿Cómo pudo escribir David mil años antes la pasión su salmo 22? Ciertamente iba a suceder en la misma ciudad donde él vivía, pero sólo Dios lo sabía entonces.
El Jueves Santo por la noche me gusta ir al Cenáculo, que, aunque a esas horas está cerrado, queda abierto el acceso al tejado; después a Galicantu, que conmemora el canto del gallo tras la negación de Pedro y tiene una cisterna-cárcel y una escalera del siglo I que tuvo que pisar dos veces el Señor aquella noche; y por último bajar a Getsemaní por un camino desde el que se ven algunos mausoleos que ya estaban ahí cuando pasó Jesús. Leer un pasaje correspondiente a esa noche en cada lugar y rezar con paz ayuda a revivir los sucesos.
Viernes y sábado se completa con la vía dolorosa que termina en la Basílica que engloba el Calvario y la Tumba, donde Jesús resucitó.Vivir en Tierra Santa es un privilegio. Sin embargo, no podemos esperar a estar en Cafarnaúm, Nazaret, Belén o Jericó para tener nuestra personal relación con Jesús. “Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad” (Jn 4:24). Hemos de llevar la Tierra Santa a nuestra propia casa y vivir con Él siempre cerca, pues quiere estar en nuestro corazón. Pero sin duda una peregrinación ayuda a tener un encuentro personal con Jesús: si la primera evangelización comenzó en Jerusalén, la nueva evangelización ha de pasar también por la ciudad santa, y desde aquí llegar al mundo entero.
Por padre Joaquín Paniello