Existe una tradición profundamente arraigada en los eventos que ocurrieron hace casi 2000 años, aunque su forma actual tiene solo unos años: el Camino de Emaús. El Lunes de Pascua, antes de que amanezca, se reúne un grupo de amigos y peregrinos de todo el mundo. Nuestro punto de encuentro es el Cenáculo, justo después de la Puerta de Sión en Jerusalén, a un tiro de piedra de la Abadía de la Dormición.
Aquí, nos ponemos en el lugar de los discípulos en aquella mañana de domingo cuando las Santas Mujeres regresaron de visitar la Tumba de Jesús. Entre el tumulto y la excitación, dos discípulos, Cleofás y un compañero —que bien podríamos ser tú o yo— decidieron partir, su fe sacudida por la cruda realidad de que Jesús estaba muerto y sepultado. El Reino de los Cielos prometido parecía un sueño lejano del pasado.
Esta peregrinación, organizada por la Comunidad de las Bienaventuranzas, sigue los pasos de aquellos dos discípulos. Durante años, los peregrinos han emprendido este viaje de treinta y dos kilómetros desde el Cenáculo en Jerusalén hasta Emaús, marcando el Lunes de Pascua como la festividad anual de Emaús. El camino conecta el Cenáculo con una basílica del siglo IV en Emaús Nicopolis, donde se unen para la Misa, celebrada por el Patriarca Latino de Jerusalén. La “fracción del pan” en Emaús al atardecer, marca la culminación de la caminata de nueve horas, reviviendo el relato del Evangelio de Lucas, “quoniam advesperascit” —cuando caía la tarde.
Comenzando frente al Cenáculo (testigo de la partida de los discípulos), el sendero avanza a través de la Ciudad Antigua de Jerusalén, saliendo por la Puerta Nueva, la más moderna de las siete puertas. Los peregrinos luego proceden a lo largo de la actual calle Jaffa, arteria de Jerusalén moderna, hacia el pueblo de Lifta, el primer punto de referencia histórico fuera de la Ciudad Santa. Lifta ofrece una vista impresionante de la región y un tapiz de historia.
El viaje continúa a través de hitos notables como Mevaseret Zion y Abu Gosh. Pasando por Saxum Visitor Center y frente al Santuario de Nuestra Señora Arca de la Alianza en Kiryat Ye’arim, los peregrinos alcanzan la última cuesta en subida antes de entrar en el valle que lleva al Parque Ayalon y culmina en Emaús Nicópolis.
He tenido la oportunidad de caminar el Camino de Emaús en varias ocasiones. El recuerdo de las conversaciones durante el camino, así como los tiempos de meditación, considerando las discusiones de Cleofás y su amigo con Jesús… en el mismo camino que utilizaron, son difíciles de explicar. Siempre puedo volver a la Ley y los Profetas, comenzando con Moisés, pidiendo al Señor escuchar Su voz.
Esta peregrinación es un viaje físico y espiritual que invita a una profunda reflexión sobre la pérdida, la esperanza, la fe y la revelación. Es una experiencia compartida que ayuda a revivir la escena bíblica, fomentando un sentido de unidad entre los participantes de diversos orígenes. Al caminar el Camino de Emaús, los peregrinos participamos en una tradición que trasciende el tiempo, conectándonos con el viaje de confusión y reconocimiento gozoso de los discípulos. Al final, volvemos a prisa a Jerusalén para encontrarnos con María, con nuestros corazones ardiendo.
Este año Saxum Visitor Center fue el centro de operaciones a mitad de camino, para que los peregrinos pudieran descansar, rezar, comer su picnic y reponer fuerzas, llegaron más de 70 caminantes ese día. Fue una experiencia espiritual caminando y hablando por el camino con amigos, como lo hizo Jesús con Cleofás y su amigo. Se celebró la Misa con el cardenal Pierbattista Pizzaballa y luego una gran fiesta en el Convento de Emaús.
Por Joseángel Domínguez