Santa Ana: tres iglesias, una tradición

Jul 22, 2024

En la Ciudad Vieja de Jerusalén hay una calle llamada en árabe la calle de la Virgen María. Atraviesa la Puerta de los Leones, también llamada en árabe “Puerta de la Virgen María”. Si la calle y la puerta se llaman así, es probablemente porque están en el camino hacia la primera iglesia dedicada a la Virgen en Jerusalén: la iglesia de la Tumba de la Virgen (o de la Asunción), situada en el fondo del Valle del Cedrón, al lado de Getsemaní. Otra posible explicación sería porque bordea la iglesia de la Natividad de la Virgen María, mejor conocida como iglesia de Santa Ana.

Al cruzar la entrada de Santa Ana, el visitante descubre un recinto rodeado por unos edificios del siglo XIX: el seminario griego-católico y el convento de los Padres Blancos. Una estatua del cardenal de Lavigerie, (m. 1892) arzobispo de Alger y protector de los Padres Blancos, domina el jardín. Más allá, la mirada del visitante se detiene sobre los muros imponentes de una iglesia románica: Santa Ana.

Church of Saint Anne in Jerusalem, viewed from the ruins of the Pool of Bethesda. Foto: Anthony Tannus Wright.

Iglesia de Santa Ana en Jerusalén, vista desde las ruinas de la piscina probática. Foto: Anthony Tannus Wright.

La intención de los cruzados, al dedicar esta iglesia a la Madre de la Virgen María, en un sitio cercano a la explanada del Templo, era conmemorar la infancia de la Virgen María. Según una piadosa tradición muy extendida en la Edad Media, la Virgen María se había consagrado a Dios a quién servía en su Templo de Jerusalén. Lógicamente, como era niña, volvía a casa cada noche. Y, como Nazaret queda muy lejos, aquella misma tradición imaginó que los padres de la Virgen, Ana y Joaquín tuvieran una casa en Jerusalén, al norte del Templo.

Cabe subrayar, que esta tradición, nacida en la época de las cruzadas, no cuajó del todo. De hecho, existen en Tierra Santa tres iglesias dedicadas a Santa Ana. Todas esas iglesias fueron edificadas en la misma época – a mediados del siglo XII. Quedan repartidas por toda la geografía de Tierra Santa: en Jerusalén, en Séforis y en Beit-Guvrín. Si la tradición de Séforis se explica por su proximidad a Nazaret, la de Beit-Guvrín no deja de sorprender por lo aislado que queda esa ubicación. Antiguamente, era una ciudad próspera llamada Eleuterópolis, en el camino de Jerusalén a Gaza. Su identificación por los cruzados con la ciudad bíblica de Beerseba, no explica la presencia de una iglesia dedicada a Santa Ana. Fue construida sobre los restos de una magnífica iglesia bizantina, en una colina apartada que los beduinos locales seguían llamando Sandahanna hasta hace poco.

Church of Saint Anne in Jerusalem, viewed from the ruins of the Pool of Bethesda. Foto: Anthony Tannus Wright.

Interior de la Iglesia de Santa Ana, en Jerusalén. Foto: Anthony Tannus Wright

Iglesia cruzada de Santa Ana en Séforis. Foto: Wikipedia

Iglesia cruzada de Santa Ana en Séforis, a cargo de los padres del Verbo Encarnado.  Foto: Wikipedia

“Sandahanna”, Iglesia de Santa Ana en Beit Guvrín. Foto: Jorge Barroso

“Sandahanna”, Iglesia de Santa Ana en Beit Guvrín. Foto: Jorge Barroso

La iglesia Santa Ana de Jerusalén, sigue un plano arquitectónico muy sobrio. Detrás del carácter macizo de sus muros externos se esconde mucha armonía: tres naves separadas por pilares acaban en tres ábsides. El coro está coronado por una cúpula. Es éste quizá el elemento más oriental de toda la estructura, aunque también se encuentran cúpulas en abadías cistercienses de Europa en la misma época. Llama la atención ahora el despojo de su decoración interior. No habrá sido así en la Edad Media: hay que imaginarse todas las paredes cubiertas de pinturas con tonos y colores vivos, como en la iglesia contemporánea de Abu Gosh.

Lintel de la Iglesia de Santa Ana (Jerusalén) con sus dos inscripciones en latín y en árabe. Foto: Anthony Tannus Wright.

Con estas tres iglesias de Santa Ana en Tierra Santa, parece que los cruzados no unificaron las tradiciones. Coexistieron así tres iglesias dedicadas a la Madre de la Virgen María. Posiblemente detrás del título de “Santa Ana” querían honrar la Natividad de la Purísima – o de la “Toda Santa” según dicen los cristianos orientales. Celebrar a la Madre de María, es también celebrar ala Inmaculada Concepción.

Por Henri Gourinard

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