Sucot: la Fiesta de las Tiendas

Oct 21, 2024

Con la semana de Sucot –fiesta de las Tiendas, de las Cabañas o de los Tabernáculos–, se acaba el período de las fiestas del mes de Tishréi (septiembre/octubre) del año lunar judío. En la época de Jesús, como hoy en día, se trataba de un ciclo de fiestas mayores en las que acudían millares de peregrinos a Jerusalén, por lo que la población de la Ciudad Santa se multiplicaba enormemente. Los judíos de entonces, como los de nuestros días, construían cabañas en las que vivían durante una semana. Además de ser la festividad en la que los antiguos israelitas presentaban al templo las primicias de la tierra (bikurim), el significado de la fiesta de las Tiendas en la historia de la salvación consiste en recordar al pueblo judío sus orígenes itinerantes, antes de tomar posesión de la Tierra Prometida.

“Tú pronunciarás estas palabras ante Yahveh tu Dios: ‘Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa’. Deuteronomio 26, 5

Las primicias de la tierra están presentes durante la fiesta de Sucot en la decoración interior de las cabañas – unas guirnaldas de frutas – y en las cuatro especies (arba‘at ha-minim) con las que se suele bendecir la sucá (cabaña): tres ramos de palmera (lulav), mirto (hadás) y sauce (aravá), y un cítrico llamado etrog. La dimensión histórica de la fiesta queda recordada en la costumbre que tienen los judíos de recibir huéspedes (ushpizín) en la sucá, como Abrahán, en sus errancias en Canaán, recibió a los tres divinos huéspedes bajo su tienda.
 Interior of a Samaritan Sukkah (Wikimedia Commons)
Interior de una sucá samaritana (Wikimedia Commons)
Sukkah in Jaffa Street, Jerusalem
Sucá en la calle Jaffa, Jersualén
Young Jewish man praying at the Western Wall with the Four Species.
Joven judío rezando en el Muro de los Lamentos con las cuatro especies. (Wikipedia).
No sabemos con total certeza cuáles de todos estos símbolos y costumbres vivían los judíos de la época de Jesús. Lo que sí podemos intuir es que los entornos de Jerusalén se cubrían de cabañas variopintas de los peregrinos. Los Hechos de los Apóstoles dan cuenta del carácter cosmopolita de aquella muchedumbre: para la fiesta de Pentecostés (Shavu‘ot) – otra fiesta de peregrinación – los que escucharon a los apóstoles procedían de toda diáspora:

“Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes – Hechos 2, 9-11

Era una mezcla de judíos, gentiles y prosélitos. Por esto, en el Templo de Herodes, unas inscripciones en griego advertían a los gentiles – mayoría helenos – de la prohibición de entrar en los atrios reservados a los israelitas, bajo pena de muerte. Aunque los romanos habían quitado a las autoridades judías la potestad de condenar a muerte, hacían la vista gorda en ciertos casos de justicia expeditiva dentro del recinto del Templo, como vemos cuando la muchedumbre intenta, en varias ocasiones, matar a Jesús, o en la lapidación de san Esteban.
Fragment of the “Soreg Inscription” (the barrier separating Gentiles from Jews in Herod’s Temple) (Wiki Commons).
Fragmento de la “inscripción del soreg” (cancela separando los gentiles de los judíos en el Templo de Herodes (Wiki Commons).
No stranger is to enter within the balustrade round the temple and enclosure. Whoever is caught will be responsible to himself for his death, which will ensue.
Que ningún extranjero pase allá de la cancela alrededor del templo y de su recinto. El que contravenga será responsable de sí mismo de su propia muerte consecutiva.
The soreg, or barrier, in the Jerusalem Temple separated the “Courtyard of the Gentiles” from the “Courtyard of Women,” which was accessible only to Israelites (Saxum Visitor Center).
El soreg o cancela que, en el templo de Jerusalén, separaba el “atrio de los gentiles” del “atrio de las mujeres” donde podían acceder únicamente los israelitas (Saxum Visitor Center).
El cuarto evangelio dedica casi cuatro capítulos a la estancia del Señor en Jerusalén para aquella fiesta (Jn 7,1 – 10,39). En esos capítulos el Señor pronuncia discursos sumamente importantes acerca de su identidad, de su misión y de su unión al Padre, intercalados con dos episodios: el de la curación del ciego de nacimiento (Jn 9:1-34) y el de la mujer adúltera (Jn 8,1-12).

“Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: ‘Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?’”Juan 8,3-5

En el caso de aquella mujer, el motivo de la acusación no es de profanación del Templo sino de adulterio. Pero, aun así, la intención de los acusadores era no tanto juzgar este caso sino más bien poner a Jesús a prueba. El Maestro les dio una lección de misericordia: “inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.” Después de un rato de espera incómodo, Jesús “se incorporó y les dijo: ‘Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra’.” (Jn 8,6.8) Avergonzados se fueron entonces los acusadores empezando por los mayores.

Por Henri Gourinard

Compartir:

Ir al contenido